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Es interesante observar cómo las aves cuidan de sus crías. Durante todo el proceso anterior al nacimiento, las crías crecen dentro del huevo bajo el abrigo que les provee su madre.
Allí, en la seguridad del nido construido en las alturas, la madre se posa sobre los huevos para darles calor y extiende sus alas para brindarles abrigo. De esa manera, las avecillas disfrutan de un ambiente ideal y seguro para lograr un desarrollo pleno.
En varios pasajes, la Biblia utiliza esa misma imagen para hablar del cuidado que Dios nos da a quienes confiamos en él.
En la vida habrá ocasiones en las que experimentaremos el dolor, la soledad y la necesidad de que alguien nos comprenda y nos aliente a seguir. Un abrazo en el momento justo, una palabra de ánimo cuando las fuerzas se acaben, un consejo de amigo que nos ayude a tomar decisiones correctas, una felicitación cuando logremos el éxito, un consuelo cuando las cosas no funcionen como deseamos, ¡un abrigo cuando lleguen las tormentas de la vida!
Al creer en Jesús e invitarlo a nuestro corazón, podemos disfrutar del cuidado permanente de Dios en cada etapa y circunstancia de nuestra vida. Así como las aves cuidan de sus crías y no las abandonan, él estará con nosotros en todo momento para alentarnos, fortalecernos y ser nuestro abrigo protector.
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